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Ante la infertilidad social, conversaciones fértiles

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Aunque los avances tecnológicos han permitido que cada vez más personas que sufren de infertilidad puedan concebir, la conversación sobre la fertilidad no se ha movido demasiado. El pasado 29 de junio, Fertilidad Integral se convirtió en un recinto abierto a voces y experiencias de personas que se han aproximado a la fertilidad desde las áreas más diversas. Como clínica, nuestro propósito es hacer de la reproducción asistida un proceso más humano, encontrar vías para sensibilizarnos y acabar con la infertilidad social. Sabemos que las palabras tienen el poder de transformar paisajes enteros y, por ello, quisimos empezar a abrir la senda hacia la información y el acompañamiento a través de esta conversación [fértil]. En estas páginas, encontrarás un recuento de las ideas más interesantes que se vertieron en el foro.

María Altschuler, CEO de Fertilidad Integral, abrió la conversación señalando la ausencia de espacios y momentos para hablar de esas mujeres, hombres y parejas que han decidido no tener hijxs, que están viviendo un tratamiento de fertilidad en silencio o que no pueden congelar óvulos sin miedo a que la sociedad lxs juzgue por sus decisiones. Lxs conversadorxs que la interpelaron –que trabajan en campos que van desde la psicología, la ginecología y la abogacía, hasta la comunicación, la comedia y la literatura– demostraron que, aunque la fertilidad nos involucra a todxs, aún lo hace susurrando.

La experiencia que vivió Marina Armendares, psicóloga y coach, durante su procedimiento in Vitro nos recordó que una de las principales consecuencias de la infertilidad social es que quienes atraviesan por un tratamiento de fertilidad no encuentran espacios para ser vulnerables y compartir tanto ideas como cuestionamientos. Su experiencia profesional le ha permitido tener una comprensión integral del ser humano y reconoce que –dentro de la terapia psicológica– los temas que tienen que ver con fertilidad son una constante. «La razón por la que llegan a terapia es porque no hay otros espacios para hablar de esto», afirma Marina. 

Desde las leyes, Melissa Ayala –que se encarga de garantizar el ejercicio de los derechos reproductivos de las mujeres– sabe que aún falta un largo camino por recorrer para que las mujeres que deciden no ser madres, las que son madres jóvenes, las que interrumpen un embarazo no deseado y las que –persiguiendo sus sueños profesionales– deciden congelar sus óvulos dejen de ser juzgadas y puedan ejercer su reproducción con libertad, sin la necesidad de esconderse. 

Para Cynthia Dickter, la infertilidad social es un tema que la ha interpelado en su práctica profesional como ginecóloga y en su vida personal. «Yo era la ginecóloga que no podía tener hijxs […] Quería contar mi final feliz, pero tuve muchas pérdidas, muchas dificultades», cuenta Cynthia. Nos recuerda, a través de su experiencia, que nadie tiene por qué vivir este proceso en soledad y silencio, que se vale pedir ayuda. Así, su enfoque médico aboga por la información, para hacerle saber a las mujeres que pasan por su clínica que siempre existen opciones. 

Desde la actuación y la comedia, pero aún más relevante, desde la masculinidad, Diego Alfaro se posicionó en contra de la idea violenta de que «ser hombre» sea sinónimo de «ser fértil». Señaló que, entre los hombres, abunda la ignorancia en torno a lo que significa la fertilidad. En el imaginario masculino, sigue pareciendo un hecho definitivo que si hay alguien infértil dentro de una relación, ese «alguien» es una mujer. Diego sabe que para acabar con la infertilidad social, para desmontar los mitos que construye el patriarcado y lograr que una espermatobioscopia se realice con la misma naturalidad que un examen de colesterol debemos empezar a hablar y, sobre todo, a escuchar.

Isabel Zapata, autora de In Vitro, retomó las palabras de Diego para narrar su experiencia: «Mi ginecólogo asumió de inmediato que yo era la del problema. Al llegar a la clínica, los doctores asumen que somos nosotras las que somos infértiles». Además, compartió la vergüenza que sentía al hablar del tema. Pensaba que este no era un tema que se debía compartir, que lo que se vive en privado debe mantenerse en privado. Reconoce que el resultado de ese silencio fue la soledad, el aislamiento y el sufrimiento. «Encontrar historias de personas que lo intentaron y lo lograron es difícil. Encontrar historias de quienes no lo lograron es imposible», dice. 

Desde la perspectiva de la comunicación, Gina Jaramillo reconoce que los medios tienen una deuda inmensa con el tema. Piensa que, desde que tenemos conversaciones tan fundamentales como la menstruación, hemos aprendido a callar y a esconder lo que atraviesa nuestro cuerpo. Tal vez si las películas, los programas de televisión y las series que consumimos hablaran de la fertilidad como un tema que debería interesarnos a todxs, estaríamos más cerca de acabar con la infertilidad social.

Esta conversación nos recuerda que, aunque todavía falta un largo camino por recorrer, abrir espacios de diálogo es el primer paso para combatir la infertilidad social. Porque, como demuestran nuestrxs conversadorxs, la fertilidad es un asunto que está presente en todos los ámbitos de la vida, en todos los cuerpos, en todas las historias. Agradecemos la valentía de cada unx de ellxs para contar experiencias que nos recuerdan que no estamos solxs. 

 

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